_un rezo, una esperanza y un plan de secesión

Recién llegados de Tatooine, donde no nos dejaron entrar a ver Episodio III pero pudimos usar los dólares oscuros para comprarnos un robot que parece un secarropas; le vendemos el star destroyer a unos reducidores del gran Buenos Aires, rescatamos del empeño nuestro gomón celestial y salimos a navegar por las venas abiertas de América latina. Nuestra primera escala es el Brasil, donde aprovechamos una convención de macanudos para ir a preguntarle a Felipe Aznar si prefiere que le digan fascista, imbecil o todo junto. Se niega a contestarnos y nos aclara que él no hace tratos con terroristas. Le recordamos que para desgracia de España los terroristas tampoco hacen tratos con él, le regalamos un boleto de tren y nos vamos a Bolivia, donde la semana pasada los diputados se agarraron a las trompadas pero no ganó ninguno, le ponemos siete pesos para la revancha al representante de Santa Cruz de la Sierra, porque con estos dirigentes el plan Alpaca está condenado al éxito, y antes de que nos acusen de alentar la secesión nos vamos a Venezuela, a avisarle a Huguito Chávez que los EEUU sí fabrican bombas para tirar sobre las ciudades, así que le conviene dejar de decir gansadas o le van a tirar tantas que la onda expansiva les va a apagar el porro a Carlos y Camila, que son dos que no joden a nadie y se tienen que aguantar a la gilada que los envidia. Siempre perseguidos por los grupos pro-vida, que creen que nuestro robot es una maquina para fabricar bebes medicina, partimos a medio oriente en busca de la primavera de esperanza de la que habla la mujer de Litle Bush. Bajamos en Afganistán y no bien bajamos nos avisan que andemos con cuidado porque allí acostumbran a asesinar a los que pasan videos de Jennifer López, les preguntamos si a los que los miran les queman los ojos y no, no se les había ocurrido pero lo van a tener en cuenta. Antes de que se nos contagie la fiebre primaveral nos vamos a Iraq, nos compramos una caja de maní con chocolate Alpe, 624 latas de la bebida energizante de Paris Hilton y nos metemos en un cine en el que anuncian Episodio III. Se apagan las luces, se ilumina la pantalla y en lugar de Ken Obi aparece un señor diciendo que el serrucho Alsarkawi está enfermito, y que más vale que recemos por él porque el cine está lleno de explosivos. Después de toda una tarde de recogimiento espiritual, y de tomarnos toda la bebida energizante, salimos del cine tan intoxicados que nos parece estar viendo a Saddan en calzoncillos, nos subimos al gomón y le decimos al robot que fije curso hacia España, descendemos en una placita, nos sentamos en unas hamacas vacías y nos quedamos mirando a unos chicos que juegan en el arenero, a ver si logramos borrarnos de la retina la imagen de otros chicos que difícilmente puedan volver a jugar...