_un rey, una cantina, una inyección y chau…

Mientras Condoleezza Rice, famosa por su afición por la sangre de conejito bebé, recorre el mundo anunciando como les va a dar por culo a Irán y a Corea del Norte, y el Ayatollah le contesta que si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla, pero dicho en farsi que suena muy distinto, nos ponemos nuestro disfraz de pastor evangelista y nos vamos a Pyongyang, le tocamos el timbre al presidente de Corea del Norte y Biblia en mano lo cargoseamos hasta que confiesa, nada más que para que nos callemos, que tiene armas nucleares y que ahora que estamos enterados del asunto tendrá que matarnos. Le dejamos un folleto con los días de reunión en el templo y como alma que lleva el diablo corremos a disimularnos entre los marineros del Spectrum, un submarino nuclear ingles anclado en Gibraltar para alegría de las autoridades españolas. Después de un par de días bailando, cantando y tomando whisky en una cantina del puerto, nos informan que los mecánicos le cambiaron la electroválvula al submarino y ya lo hicieron arrancar a GNC, así que los marineros se van y nosotros, que tenemos la sospecha de que hay buzos norcoreanos vigilando nuestros movimientos, nos metemos en España dispuestos a registrarnos como inmigrantes ilegales. Mala idea, para registrarse hay que tener un trabajo y para tener un trabajo hay que saber hacer algo. Alcanzamos a colarnos en el submarino y nos vamos a ver al inglés clonador de ovejas con la idea de que nos haga 6 ó 7 réplicas que nos permitas despistar a los agentes norcoreanos, que rondan Londres filmando todo como si fueran turistas. El clonador de ovejas es un buen hombre pero algo detallista, y empieza a fastidiarnos con que si le trajimos o no el embrión, con que la heladerita de terlgopor no es eficaz para la conservación, con que el permiso se lo dieron sólo para fines médicos y cansados de oírlo le terminamos diciendo que es un inútil, nada que ver con Herbert West, el reanimador, que te metía una inyección y chau... Como se nos están acabando las opciones, y tenemos la certeza de que las filmadoras de los falsos turistas son en realidad pistolas láser camufladas, inflamos nuestra balsa celestial y partimos a América, tierra de libertad, oportunidades y justicia para todos. Al llegar nos enteramos de que las cosas han cambiado un poco en los últimos años y ahora quieren alambrar las fronteras para que nos se les meta la chusma. Además, nos encontramos con el Pato Donald Rumfeld y nos advierte que pensemos lo que vamos a hacer, porque él ya se quiso ir dos veces y Litle Bush no lo dejó. Acorralados y concientes de que el servicio de inteligencia norcoreano a tomado contacto con los agentes de Kaos, nos robamos unas bicicletas y huimos al Brasil por la autopista panamericana. Finalmente y luego de largas diligencias diplomáticas, somos recibidos por el Rey Momo, quien nos brinda su asilo y su hospitalidad y nos sugiere que si queremos protección nos pongamos un forro, la vestimenta oficial del carnaval de Río.