_un viaje, una sonrisa y un velorio en Italia.

Mientras Juanpi II se alista para emprender su viaje más importante y el turco Ali Agca asegura haber perdido a su hermano espiritual y continúa rescribiendo la Biblia, aunque todos sospechemos que se la está fumando, este cuerpo expedicionario se enjuga las lagrimas y con una sonrisa inicia su humilde vuelo en Inglaterra, a ver si encontramos al Príncipe para que nos diga que día es la boda porque tenemos que alquilar el traje y pedir el remís. Al llegar nos informaron que el Príncipe se fue al velorio, que le bajaron el sueldo, así que nos vamos a tener que traer los cubiertos, y que el caviar ya estaba comprado y lo ahora lo van a tener que servir con vino de mesa. De cualquier modo retiramos las invitaciones y nos vamos a España, nos hacemos picar por el mosquito que contagia la enfermedad de la lengua azul y volando pero de fiebre llegamos a Chihuahua, en México, y les hacemos creer a los científicos de la NASA que tomamos agua de un pozo en Las cuatro ciénagas y nos estamos convirtiendo en marcianos. Después de varios experimentos que pusieron en riesgo nuestra vida y nuestra dignidad, y considerando que el parlamento iraquí ya había tenido tiempo de elegir a alguno, huimos en medio de la noche aprovechando la luz verde que nos salía por los ojos y llegamos a la mesopotamia, saludamos al nuevo presidente kurdo Yalal Talabani, le regalamos un tarro de mostaza en aerosol y gracias a unos tele transportadores que quedaron de la apoca de Saddam Hussein nos fuimos a la USA, a preguntarle a Litle Bush si ya pensaba retirar las tropas y en especial ahora, que la sociedad de fomento de Washinton entregó un informe que dice que en Iraq no hay armas químicas por culpa de la CIA. Nos recibió el Loco Chenney, porque Litle Bush se había ido al velorio, y lo primero que nos preguntó fue adonde tenía que anotarse para que lo votaran Papa. Le explicamos que el asunto era un poco más complejo y nos respondió que estaba harto, que cuando quiso ser presidente le dijeron lo mismo y, como vimos que se había puesto a jugar con la navaja, le regalamos el libro de mormón a ver si recuperaba la fe y salimos tan rápido que cuando nos quisimos acordar ya estábamos en Kirsijistan. Como no teníamos nada mejor que hacer nos fuimos a saludar al presidente. Tampoco estaba, para variar, así que nos acercamos a un señor que estaba limpiando el fusil y le preguntamos si se había ido al velorio. Nos dijo que no, que estaba en Rusia, abajo de alguna baldosa y no, no sabia de que baldosa. Cansados de no encontrar a nadie nos volvemos a Roma, a avisarle a Carolo que se prepare… porque ya es hora de partir…