/la realidad es una bestia escurridiza. Algunos intentan atraparla. Nosotros... nos conformamos con correrla a ladrillazos.

19.1.05___

INSPECCION RUTINARIA DE CASERIOS (semana 02/2005)


_un campo, una frontera y un fantasma en la orilla.


Empezamos felicitando al Príncipe Carlos de Inglaterra, que se encabronó con el disfrazado del hijo y lo mandó a pasear pero por Auschwitz, un campo donde los nazis demostraron que tenían gelatina justo ahí donde el resto de los animales tienen el cerebro. Esperando que al muchacho no le guste lo que va a ver nos ponemos en movimiento y arrancamos por Bolivia, un poco porque nos queda cerca y bastante porque el presidente, Juan Carlos Mesa, avisó que había fuerzas oscuras tramando no se sabe que. Fanáticos como somos de la Guerra de las galaxias, esperábamos encontrarnos con Dark Vader y si pintaba ponernos a las ordenes del Emperador, pero lo más oscuro que encontramos fue al cocalero Ebo Morales y ya nos íbamos, muy desilusionados, cuando nos cruzamos con los huelguistas que se esforzaban por capturar y linchar a los dueños de la compañía francesa que administra el agua. Rápidos para hacer los mandados los capturamos nosotros, les hicimos creer que los íbamos a salvar y sin perder un segundo los llevamos a Venezuela. Después llamamos a Uribe y le dijimos que teníamos en nuestro poder a un grupo de miembros de las Farcs, presuntamente relacionados con la ETA y la red Al Qaeda. Nos ofreció participar del Plan Colombia a cambio de una suculenta recompensa y sin más trámite nos fuimos a la frontera, le dimos a los franceses, agarramos la guita y fuimos a parar a Venecia, donde festejamos el negocio tomándonos hasta el agua de los canales. Despertamos con una resaca horrible, desviamos el cohete con el que los norteamericanos pretendían pegarle a algún cometa y partimos al oriente. Sobrevolamos la región en la que se confunden Israel y Palestina, allí donde a las buenas intenciones las tapa la arena y sobrevolamos también el Iraq, pero sin demorarnos a apreciar las detonaciones con las que los insurrectos siguen festejando el advenimiento de la democracia llegamos finalmente al sudeste asiático, estacionamos el cohete en una playa tailandesa, nos ponemos la hojotas y caminamos hasta la orilla, sopla el viento, y en la noche oscura trae con él los alaridos de los turistas fantasmas, clamando por sus hijos, clamando por el barco que nunca volverá a buscarlos para llevarlos a casa.

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