_un juicio, una promesa y un campo de mandioca.

Después de aceptar las condiciones de rendición impuestas por R2D2, que incluían la entrega de nuestro robot navegador, como compensación por la nave robada, y la promesa de no volver a hacer chistes con La guerra de las Galaxias, nos fuimos a la casa de Maria Bonita Beckham, en Madrid, y le usamos la Gillette con hojas de oro para afeitarnos todo el cuerpo hasta quedar igualitos al protagonista de la película The Wall, entonces, y gracias a nuestro nuevo look, logramos entrar en Afganistán diciendo que éramos estudiantes de periodismo que veníamos a ver trabajar a Sean Pean, y evitamos los 54.000 azotes y el posterior lapidamiento que no impusieron cuando supieron que estábamos usando el Corán como lectura de verano. Una vez adentro, verificamos que en ninguna de las boletas electorales figurara Carlos Grosso, le mandamos un e-mail a Litle Bush para que se quedara tranquilo, y partimos hacia el triangulo de la muerte, en Iraq, a buscar a algún insurgente que nos explicara como es esto de que le regalan perfumitos a las periodistas francesas secuestradas y a nosotros nada, ni un chupetín de Bob Esponja. No habíamos terminado de llegar cuando un grupo de muchachones, que estaba buscando un ladrillo para trabarle el acelerador a un Rambler lleno de dinamita, nos aclaró que nos habían sacado de la lista de regalos porque hacía seis meses que no parábamos de escribir al Zarkawi con “s”, les contestamos que peor hubiera sido escribir serrucho con “z”, les dejamos un cigarro mal apagado en el cenicero del Rambler y nos fuimos antes de que comenzara la operación lanza, o de que a algún trasnochado se le ocurriera que a Saddam hay que juzgarlo en Suecia porque allá está más fresquito. Decepcionados por los lideres europeos, que decidieron esperar hasta al 2007, a ver si la gente se distrae con la Eurocopa y les aprueba la constitución, malvendimos nuestros Euros y nos fuimos al Brasil, donde el presidente Lula dijo que las investigaciones no dejarán piedra sobre piedra y el jefe de gabinete José Dirceú, que es uno que no seguirá teniendo las manos limpias por mucho tiempo si lo ponen a mover cascotes, decidió renunciar y volver al congreso a tratar de juntar una moneda para pagar los abogados y nosotros, que de tanto andar entre la mersa ya estamos de barro hasta los codos como para quedarnos a ver que descubren, nos fuimos al Paraguay, donde gozamos de inmunidad militar gracias a unos carnets del ejercito que encontramos revisándole la mesa de luz al loco Cheney, una vuelta que nos dejó pasar a hablar por teléfono, nos compramos un terrenito con los Euros que nos quedaron y nos pusimos una plantación de mandioca, a ver si la tierra nos limpia las manos...