_las formas de la fuerza.

Después de comprobar que las ovejas clon no resisten mucho rato abajo del agua y de que la Atlántida, si existe, queda lejos; dejamos el trineo estelar en el mecánico y nos fuimos a Iraq, a ver que onda el nuevo plan de pacificación que le diseñaron a Litle Bush los sobrinos de la esposa. Preguntamos por el comandante George Casey pero nos explicaron que había sido relevado de su cargo y que, presuntamente, habría dejado la vida militar y se habría puesto una panadería en la isla Margarita, así que cruzamos a la vereda de enfrente y preguntamos por la cabra al-Sadr y no, tampoco estaba, se había ido a comprar pañuelos descartables a Teheran porque no daba para quedarse a ver como las tropas de la Unión hacían el ridículo patrullando una ciudad fantasma y nosotros, que nunca andamos tan limpitos como para quedarnos a esperar que lleguen las patrullas, decidimos aceptar la invitación de unos señores de traje negro y anteojos oscuros que se nos acercaron y se ofrecieron a llevarnos hasta Cuba con su avión. No bien despegamos el comandante nos dio la bienvenida al vuelo ilegal de la CIA número 527, así que llamamos a la azafata, le pedimos que nos sirviera un moscato y le avisamos que, desde ya, no reconocíamos ninguna acusación y que con todo respeto no íbamos a responder preguntas. La azafata, muy amablemente, nos informó que esto no era España, y que si nos hacíamos los locos nos iban a electrocutar las pelotas hasta que se nos pasara. Sin esperar que volviera con el moscato ganamos la puerta, saltamos al océano y nadando como si unos tipos nos hubieran secuestrado y nos quisieran electrocutar las pelotas llegamos al Brasil, pasamos corriendo sin preguntar si el tiroteo era entre la policía y los narcos, los narcos y las milicias, o las milicias y el ejército, nos fuimos a Venezuela a ver el sorteo de la Copa América y, aprovechando que Huguito Chávez andaba con la billetera caliente, nos ofrecimos a venderle un reactor nuclear con poco uso. Nos preguntó si servia para bajar la inflación pero ni idea, todos los manuales están en Coreano pero si nos da 500 dólares en tarjetas de teléfono se lo instalamos en el patio de su casa y usted se fija. Nos prometió que lo iba a pensar y mientras lo pensaba, y viendo que el Evo tampoco iba a largar ni un guita, decidimos terminar nuestra ronda de inspección y, a la espera de que el mecánico nos devuelva el trineo, tirarnos a tomar sol en una plaza mientras tratamos de decidir si es mejor usar la fuerza en exceso, como hace Litle Bush o hacer como Putin, que es uno que prefiere usarla de a poquito, como para sacarle la espoleta a una granada de gas venenoso o servirle un tecito como polonio 210 a un ex compañero de trabajo.